Pero en las vacaciones ahí están, llamando la atención como carteles luminosos, provocando una curiosidad extrema por esos seres desconocidos que viven de acuerdo a los tiempos de la tierra salvo cuando el hombre interviene en su ciclo (cosa que ocurre bastante, claro). Ellos se mueven en tribu y no leyeron a Casilda, toman la teta sin puericultoras de por medio, se van debajo de la sombra y no porque la contactan como propone Laura Gutman, sino porque durante el mediodía y la tarde suele hacer bastante calor. Y asi van, andan, cuando se los deja ser no se estresan ni toman Ribotril, conviven y comparten el momento presente, aunque también defienden su territorio y a sus crías.
No es que de ahora en más me mueva en cuatro patas, ni proponga talleres para volver a ser animal, pero si late esa curiosa mirada sobre su mundo, cada vez más lejano al nuestro.
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