"El sueño de los niños pequeños se ha convertido, en los últimos años, en motivo de preocupación para muchos padres.
No era así en otros tiempos. En nuestros tiempos dormíamos con nuestros padres durante años (¿Dónde si no? ¡Siempre había más niños que habitaciones!). Nuestros padres no esperaban que un niño pequeño se durmiera solo, ni que
durmiera toda la noche de un tirón. No nos consideraban sujetos activos, sino pasivos, del dormir; no se decía: «El niño se va a dormir», sino «voy a dormir al niño». Nos dormía nuestra madre en brazos, junto a su pecho (al principio, en
su pecho), con un rítmico balanceo y una canción de cuna.
Y cuando nos despertábamos a media noche no era el fin del mundo, simplemente nos volvían a dormir.
Pero en los últimos años han cambiado algunas cosas.
Así, por puritanismo o en nombre de la higiene se ha prohibido a los padres dormir con sus hijos. Las amenazas son apocalípticas:
si una sola vez le consientes dormir en tu cama no querrá salir nunca más (como si alguno quisiera dormir con sus padres a los trece años... "
(Dormir sin lágrimas, Rosa Jové )
Eso no quiere decir invitar un orden, que más se acerque a un ir encontrando el ritmo que a cada familia le resuene mejor.
Cuanto hay que re valorizar de los tiempos de crianza de los abuelos. Si nos sacudiéramos como alfombras los adultos de hoy, veríamos que estamos anquilosados con toneladas de tierras de prejuicios y miedos! Miedo a perder la independencia, a darnos, entregarnos, salir de las estructuras, perder el control y quedarnos afuera de todo (pero paradójicamente la niñez queda afuera de tantas cosas…)
Enseguida aparece la idea de “poner un poco de límites” como contraposición a este supuesto desborde de… “cariño/contacto/ mirada/ respeto”. En lo que a mi opinión respecta no son ideas que se contraponen y excluyen. Los límites ayudan y son necesarios para crecer, pero siempre acompañados de afecto vivo, nutritivo y presente. Todos necesitamos de ambos.
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