Con los pies en la tierra

¿Con los pies en la tierra donde?
¿Descalzos en casa? ¿en la plaza mientras nadie nos mira?
¿Es que nos tenemos que acordar de sacarnos los zapatos cuando vislumbramos un lugar con pastito y un poco de tierra?
Todo eso si está bueno, y es necesario porque amplía la autopercepción de la planta de las pies, el extremo opuesto de la cabeza, y de paso nos baja, nos descentra del reino del pensamiento.

¿Pero que pasaría además si estuvieramos enraizados en nuestros deseos?
¿En nosotros mismos?

Los espacios de movimiento sirven para eso muchas veces, acompañar a encontrar la raíz propia, el latido personal, la brújula interna.
En el ser humano, raíz y movimiento en el espacio pueden a la vez.