30.1.12

Vida animal

Cuando uno vuelve de las vacaciones, especialmente si desde la ciudad salimos hacia la naturaleza, el contraste resulta hasta grosero. Nosotros, los porteños especialmente, desentonamos con casi todo: el paisaje, la armonía, el silencio, los modos amables de la gente del lugar. Pero cuando vemos animales el asombro es más asombroso aun! Porque en medio del cotidiano del cemento son prácticamente inubicables salvo gatos y perros.

Pero en las vacaciones ahí están, llamando la atención como carteles luminosos, provocando una curiosidad extrema por esos seres desconocidos que viven de acuerdo a los tiempos de la tierra salvo cuando el hombre interviene en su ciclo (cosa que ocurre bastante, claro). Ellos se mueven en tribu y no leyeron a Casilda, toman la teta sin puericultoras de por medio, se van debajo de la sombra y no porque la contactan como propone Laura Gutman, sino porque durante el mediodía y la tarde suele hacer bastante calor. Y asi van, andan, cuando se los deja ser no se estresan ni toman Ribotril, conviven y comparten el momento presente, aunque también defienden su territorio y a sus crías.

No es que de ahora en más me mueva en cuatro patas, ni proponga talleres para volver a ser animal, pero si late esa curiosa mirada sobre su mundo, cada vez más lejano al nuestro.

Ahora que volví a la ciudad solo me queda la impresión de su maravilla, (y como se atreven a convivir con nosotros!) Me alivia no encontrarme, por lo menos en casa, con alguno de esos que dan miedo (víboras, arañas, y todo lo que despierta mis fobias) aunque si me hubiera gustado quedarme con el contacto de más de alguno que me cayó simpático, pero ellos tampoco usan FB ni email…¡que bichos raros! 

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