Salgo a la ciudad vecina por una ruta, decido ir en bicicleta un poco
para moverme, otro porque ayer raye el auto y me quede mal.
Esta ciudad tiene
calles muy estrechas doble mano y la gente estaciona sobre las casi
inexistentes veredas. Gente viento en contra.
Hoy hay mercado
asi que me gusta ir. Salgo con optimismo y vivo el camino verde, pleno de
arboles, con las montanas detrás, fluidamente. No registro que tal vez el
viento soplando por mis espaldas me este ayudando.
Llego rapidísimo.
Hay muchísimo trafico, menos mal no fui en auto!
El mercado esta
en su mejor hora: quesos, aceitunas, verduras de huerta, ropa, cosas para la
casa, etc.
Mi cuñada me
encargo berenjenas. Compro los dos tipos que hay, unas casi redonditas y otras
mas alargadas, que elija las que quiera y yo me quedo con el resto. Agrego cebollas,
tomates bien colorados y un melón. Lo pongo todo en el canasto. También compro
una alfombrita de esas que se ponen para limpiarse los pies antes de entrar. Nunca
las creí muy útiles, pero en la casa hay
cerámicos muy blancos y se ensucian enseguida. Blanco en el piso es
viento en contra.
El tráfico se
incrementa a la vuelta. Saco una foto a los autos mal estacionados para
justificar el rayón de ayer y mi pena por haberlo hecho.
Retomo el camino
de vuelta. El sol me da de frente, por suerte me puse protector. Empiezo a
detectar cuanto me cuesta avanzar.
Imprimo más fuerza en el pedaleo. Un poco más. Ya siento el viento en mi piel. Al subir la energía el viento se vuelve más presente, sonoro y pesado. Y recién entre en la ruta!, me quedan unas 40 cuadras!
Este viento en contra me avisa que todo el camino va a ser así… uffff!!! Pero no puedo detenerme, tengo que volver, no tiene sentido esperar, puede que dure así todo el día. Me adentro en la ruta. El viento es implacable, no me deja avanzar, me conecto con viejas sensaciones de enojo, me peleo con el viento! Y él no me mira, sopla fuerte desde su anonimato transparente, si respondo con fuerza el se transforma en una barrera más en-contrante.
Imprimo más fuerza en el pedaleo. Un poco más. Ya siento el viento en mi piel. Al subir la energía el viento se vuelve más presente, sonoro y pesado. Y recién entre en la ruta!, me quedan unas 40 cuadras!
Este viento en contra me avisa que todo el camino va a ser así… uffff!!! Pero no puedo detenerme, tengo que volver, no tiene sentido esperar, puede que dure así todo el día. Me adentro en la ruta. El viento es implacable, no me deja avanzar, me conecto con viejas sensaciones de enojo, me peleo con el viento! Y él no me mira, sopla fuerte desde su anonimato transparente, si respondo con fuerza el se transforma en una barrera más en-contrante.
Quiero avanzar y
me cuesta mucho. El sol me hace entre-cerrar los ojos. Los autos pasan a mi
costado veloces y yo me siento tan
vulnerable en mi bicicleta con la canastita llena de verduras, que quiero
llorar, y lo hago. Lloro de impotencia, porque ese viento me recuerda momentos,
historias donde el viento en contra se hacía notar por sobre mis deseos de
avanzar.
Tomo la decisión de
ir lo más despacio posible para sentir menos su potencia y freno
sobre mí. Me toca subir un pequeño (por suerte) puente. Pongo más
fuerza y lo hago. Cuando bajo fluyo con ayuda del camino y le hago una burla al
viento.
Después sigo.
Por fin atravieso
la ruta y siento que me paso de todo. No creo que nadie que no haya ido atrás o
delante mío comprenda, los cachetes rojos dicen poco, las
sensaciones quedan en la piel.
Entro en el
pueblo y las casas hacen que su soplo se sienta menos.
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