Cuando era chica me gustaba jugar al juego de las diferencias, aquellos dibujos que me mostraban algo aparentemente igual pero sin embargo disimulaban cantidades de diferencias que solo se hacían visibles al observarlas con concentración. Solían aparecer en las revistas del domingo, comparabas varias veces una y otra imagen y por fin saltar de alegría cada vez que las descubría.
Si nos ponemos a observar algunos procesos de la naturaleza frente a otros que aparentemente los replican y nos detenemos a sentir, sabemos que no es lo mismo.
- No es lo mismo el frio que el aire acondicionado
- El puré de papa que el puré chef
- “Un abrazo grande” al final de un mail, que un abrazo que envuelve, da calor y consuelo.
- Mirar deporte por la tv que poner el cuerpo y practicarlo
- Cantar en playback que cantar en vivo
- Comer un durazno de la lata que arrancarlo del árbol y disfrutarlo debajo de la sombra.
Y así los ejemplos pueden seguir indefinidamente. El problema es que la sociedad en la que vivimos nos impulsa a creer que aquello “parecido” “es casi lo mismo”… ¡pero no lo es!
Esto no quiere decir que no se puede reemplazar una por otra y que ambas son válidas, ¡por supuesto!, dependen los momentos, las energías, ¡tantas variables que nos atraviesan! pero si es interesante ofrecerse la posibilidad de pensar a conciencia la razón de las cosas que hacemos y elegimos.
No es lo mismo la leche materna, que la leche de fórmula
¿Por qué?
Porque hay una cantidad de factores queatraviesan diferentes aspectos (biológico, vincular, ambiental, económico) que varían.
Seguirá en otro post...
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